ESTA VEZ ES DISTINTO: OCHO SIGLOS DE NECEDAD FINANCIERA
Prácticamente todos los países han incumplido en el pago de
deuda externa a lo largo de la historia. Todos ellos han tenido que apostar por
una serie de soluciones que, dependiendo de las políticas vigentes, han sido
diferentes.
Se opta por diferentes alternativas para saldar la deuda
externa: subir los precios (inflación), no pagar la deuda (impago), no pagarla
durante un cierto período de tiempo (reprogramación de deuda) o incluso bajar
los precios (deflación).
- La inflación representa
una forma de impago parcial sobre los pasivos del gobierno que no están
completamente indexados a los precios o al tipo de cambio. Esta alta deuda debe
compensarse a través de la ayuda de la población por ello suben los precios y
el dinero recaudado se dirige a respaldar la deuda externa.
-
El impago provoca
el no poder acceder a los mercados
internacionales ya que si no se paga la deuda los países no invierten en el nuestro
ni compran deuda pública ya que resultaría impagada. El gobierno necesita por
tanto recuperar el gasto interior a través de la inflación lo que da lugar a la
hiperinflación. Esto ocurrió por ejemplo
durante la Segunda Guerra Mundial.
-
A lo largo del siglo XIX se dieron reprogramaciones de deuda, impagos
parciales negociados. Es correcto delimitar el periodo del impago a un año de
crisis ya que el arreglo final con los acreedores puede prolongarse por tiempo
indefinido.
-
En cuanto a la deflación,
existe la teoría de Irving Fisher, economista que a raíz de la Gran Depresión,
expuso una explicación de las crisis y el ciclo económico, que se conoce como
"teoría de la deflación de la deuda". Pero queda comprobado que esto
provoca depresión económica, en la cual
los deudores entre más pagan más deben.
Según los autores del libro y a través de los datos
analizados, cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de
la economía es inviable. El aserto ha nacido de dos cerebros de Harvard y sobre
él se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los
pilares del Estado del Bienestar en medio mundo.
Es importante preguntarse: ¿Cuándo se convierte en riesgo
la deuda pública?
Un gobierno que no recauda los suficientes impuestos para
cubrir sus gastos se topará tarde o temprano con toda suerte de problemas
generados por la deuda. Sus tipos de interés nominales aumentarán a medida que
los tenedores de bonos teman una subida de la inflación. Sus directivos de
empresa se esconderán y tratarán de retirar su dinero de las empresas que
gestionan por miedo a la subida de los impuestos de sociedades. Por otra parte,
los tipos de interés reales aumentarán debido a las incertidumbres sobre las
decisiones políticas y muchas inversiones realmente productivas desde el punto
de vista social dejarán de ser rentables. Hay muchas probabilidades de que esto
suceda si un gobierno no recauda lo suficientes impuestos para cubrir sus
gastos. Pero para ello es necesario analizar si es bueno o no mantener, por
ejemplo, los tipos de interés bajos, los precios de las acciones altos y la
inflación contenida. En el caso de que así ocurriera, los directivos
empresariales no tendrían miedo a impuestos futuros ni a las incertidumbres
políticas ya que los precios de las acciones se mantendrían altos. No habría
presión para reducir la inversión pública ya que los tipos de interés serían
bajos y la deuda adicional emitida por el Gobierno se consideraría una buena
reserva debido a la baja inflación. Los
ahorradores dormirían más tranquilos y daría impulso a la economía que se
desendeudaría y aumentaría la velocidad del gasto.
El gran debate político de los últimos años protagoniza a
los keynesianos, que abogan por mantener y aumentar el gasto público durante una
depresión, y a los austerianos, que exigen recortes inmediatos del gasto. Ambos
tienen una serie de consecuencias. El primero, que apoya la inflación y la
subida de los tipos de interés, provoca una excesiva deuda si se alarga en el
tiempo y perjudica al crecimiento del país. El segundo, reduce los incentivos
destinados al conocido ‘Estado del bienestar’ basado en los gastos públicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario